jueves, 3 de septiembre de 2015

El cóctel es glamour

El cine y el cóctel han sido, de siempre, buenos compañeros de rodaje. Baste recordar, por poner solo algún ejemplo, a un tal 007, casi siempre pegado a una copa con Martini seco; a Ernest Hemingway, disfrutando un vigorizante Sidecar; a Frank Sinatra, a su inseparable Ava Gadnerd, a su no menos adjunto Dean Martin o al fabuloso Sammy Davis siempre con una copa en la mano encuadrados en un fotograma y una canción romántica como fondo. El cóctel no es un invento francés, pero envuelve su entorno con un glamour  de lo más selecto.
El cóctel, con sus equilibradas mezclas de bebidas alcohólicas, es el sofisticado resultado de la mezcla de culturas que siempre ha sido Norteamérica.


El origen del cóctel
La primera noción de cóctel aparece ya a principios del siglo XIX en un periódico norteamericano. Se definía como una mezcla de una bebida alcohólica fuerte, azúcar, agua y bitters. Es precisamente la bebida amarga (bitter) la nota distintiva del cóctel. Aunque ahora llamamos a todo cóctel, antes el concepto era algo más restringido. Pero, sin duda, el hielo es el alma de esta bebida, todo un lujo por aquella época. Hoy cada receta tiene su tipo de hielo específico (picado, frapé, en cubitos, triturado...).
Para Dale Degroff, afamado coctelero neoyorkino (King Cocktail Bar), fueron necesarios tres factores claves para impulsar el cóctel: la llegada de los inmigrantes a Norteamérica, los avances tecnológicos y la bajada de los impuestos del alcohol. A partir de 1817, año en que bajaron las tasas definitivamente, comenzó el verdadero auge de estas mezclas.

Nuevos inventos, nuevos negocios
Pero los cócteles no se pueden entender sin la llegada de la inmigración europea al noroeste de los Estados Unidos. La aparición de grandes ciudades industriales donde iban a trabajar alemanes, irlandeses, polacos y checos hizo necesario crear aparatos políticos que controlaran potenciales guetos.
La solución para mantener contentas a estas comunidades fue conceder licencias para abrir bares. Gracias a estos negocios, los barrios se controlaban a sí mismos, se evitaban los guetos y se garantizaba el respaldo de la comunidad al político de turno. La proliferación de bares aumentaba la competencia, así que muchos barman tuvieron que perfeccionar sus cócteles para marcar la diferencia. Paralelamente, cada nacionalidad iba incorporando a los cócteles peculiaridades de sus países de origen que hacían de cada mezcla algo único.

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